El capital intelectual es el mayor recurso de cada país y éste se ve
constantemente afectado en México debido a que el bajo peso al nacer
es común, lo que da como resultado que los niños no alcancen su
potencial real de crecimiento por las deficiencias de micronutrientes,
las cuales dañan permanentemente el cerebro, además de provocar en la
etapa escolar la anemia y el hambre que limitan el rendimiento
escolar.
En la actualidad invertir en nutrición es una necesidad, no un lujo.
Un breve análisis de la evidencia demuestra la importancia de la
nutrición para el capital intelectual y su relación con la educación.
Treinta y seis por ciento de los niños menores de cinco años tienen
retardo de crecimiento (esto es, su talla para la edad es baja). Este
número puede aumentar a cerca del 50 por ciento en los niños en edad
escolar. El retardo de crecimiento, aun en casos leves o moderados,
está asociado con una reducción substancial en la capacidad mental y
con un rendimiento escolar deficiente, lo cual finalmente conduce a
una productividad laboral reducida.
Se estima que casi dos mil millones de personas en el mundo tienen
deficiencia de yodo. La deficiencia de yodo está asociada con una
reducción promedio de 13.5 puntos en el coeficiente intelectual en una
población. La deficiencia en niños escolares conlleva a una
disminución en la función cognoscitiva, mientras que la deficiencia
durante el estado fetal puede tener efectos profundos e irreversibles
sobre la capacidad mental del niño: todavía es posible encontrar
“cretinismo” por deficiencia de yodo en áreas montañosas y de llanuras
inundables alrededor del mundo.
El diecisiete por ciento de los niños tienen bajo peso al nacer (menos
de 2.5 kilogramos), lo que resulta en un menor rendimiento
cognoscitivo durante la niñez, aunque este efecto es eclipsado por la
desnutrición. En el largo plazo, los niños con bajo peso al nacer
tienen un nivel de concentración pobre en el colegio. Cincuenta y tres
por ciento de los niños en edad escolar sufren de anemia por
deficiencia de hierro. Esto se asocia con una reducción en las
habilidades cognoscitivas tanto en infantes como en niños en edad
escolar, con reducciones similares en el rendimiento escolar – en el
orden de una desviación estándar.
Cuando los niños van al colegio sin desayunar, su rendimiento
disminuye alrededor de 0.1 desviaciones estándar (4 percentiles), pero
sólo si están desnutridos o provienen de las familias más pobres.
La nutrición también afecta indirectamente el rendimiento escolar. Los
niños con desnutrición (baja talla para la edad) tienden a ser
matriculados en el colegio más tarde que los niños que están mejor
nutridos. Esto puede ser porque los padres creen que los niños con
baja talla son más jóvenes, porque creen que los niños no son lo
suficientemente grandes físicamente como para ir al colegio o a lo
mejor porque están invirtiendo más en los niños mejor nutridos.
En cualquier caso, la matriculación tardía empeora los problemas de
daño intelectual causados por déficits nutricionales. Hay bastante
evidencia que muestra que una mejora en la talla, operando tanto a
través de la capacidad física como a través de la capacidad de
aprendizaje y del rendimiento escolar, resulta en una mayor
productividad y en mejores salarios en la edad adulta. Un análisis de
datos en los Estados Unidos encontró que un incremento de una libra en
el peso al nacer lleva a un aumento del 7 por ciento en los ingresos
percibidos a lo largo de la vida.
Otro estudio en Brasil encontró que un aumento del 1 por ciento en la
talla resulta en un aumento del 2.4 por ciento en los ingresos de un
hombre adulto. El sólo impacto de las mejoras cognoscitivas
relacionadas con la nutrición es de 1.3:1.
¿Existe una solución?
Los tres primeros años de vida, más la fase prenatal, son los periodos
más importantes en términos del desarrollo mental, físico y emocional.
Es durante estas ventanas de tiempo críticas que se forma el capital
humano. La mayoría del retardo en el crecimiento ocurre entre los 6 y
los 24 meses de vida. Un daño temprano causado por anemia, deficiencia
de yodo y desnutrición crónica sólo puede revertirse parcialmente más
tarde en la vida. Por ende, se les tiene que dar una prioridad alta a
los programas de prevención.
Los programas de salud, planificación familiar y nutrición para la
mujer, antes y durante el embarazo, son críticos para asegurar que
tanto la madre como el niño salgan de la experiencia del parto en
condiciones físicas y mentales optimas.
Después del nacimiento, los programas que promueven el crecimiento y
el desarrollo infantil, los programas integrados en la infancia
temprana y la educación de los padres son críticos %u2013y más baratos. El
retorno a la inversión en programas de estimulación del crecimiento y
en programas de micronutrientes varía entre 7:1 y 84:1, mientras que
se estima que los programas que promueven un desarrollo infantil
temprano tienen un costo-beneficio de aproximadamente 2:1.
Los estudios de suplementación preventiva con proteína y de
suplementación con hierro durante los dos primeros años de vida han
hallado considerables beneficios para el desarrollo intelectual de los
niños aun hasta 10 años después. La fortificación focalizada de
alimentos durante el período de terminación de la lactancia materna es
barata y se le atribuye el haber erradicado la mayoría de la anemia en
Suecia y los Estados Unidos. Los programas de fortificación de
alimentos (la yodación de la sal y fortificar con hierro los alimentos
básicos) son baratos y efectivos en el combate de la mayoría de estas
deficiencias de micronutrientes en toda la población.
Los esfuerzos terapéuticos dirigidos a niños de mayor edad, tales como
los programas preescolares, los programas de salud y nutrición escolar
y las intervenciones en adolescentes, ayudan a los niños a mejorar en
el colegio. El incluir la estimulación psicosocial en los programas de
suplementación terapéutica, además de los suplementos nutricionales,
puede ser crítico. Varios años de desnutrición tienen un efecto
acumulativo que necesita ser revertido; en este contexto, una
combinación de intervenciones nutricionales y psicosociales puede
tener un mayor efecto en el desarrollo cognoscitivo y en el
crecimiento físico que cualquiera de estas intervenciones en forma
individual.
Existe mucha controversia sobre si los niños en edad escolar,
sobretodo los adolescentes, pueden alcanzar su crecimiento físico o su
capacidad mental. Aunque es casi seguro que los niños son más
vulnerables a los efectos de un déficit nutricional durante los
primeros años de vida y que algunos de estos efectos pueden ser
irreversibles, aun se puede hacer bastante para mejorar el potencial
de aprendizaje de los niños desnutridos en edad escolar. Así mismo, la
anemia es un problema particularmente difundido entre escolares. La
desparasitación y los programas de suplementación o fortificación con
hierro les ayudarán a que trabajen lo mejor posible.
La desnutrición limita el potencial intelectual de una nación. Tiene
efectos profundos durante el período que va desde la concepción hasta
el segundo año de vida. Durante este período ocurre un daño
irreversible al desarrollo físico, mental y social. El cuidado de la
salud, la nutrición y la estimulación psicosocial tempranas pueden
prevenir la desnutrición y su impacto sobre el aprendizaje. Esta
poderosa sinergia entre la estimulación psicosocial y la nutrición
sugiere que es crítico que exista una atención integrada al infante y
que los primeros años de la niñez son el período en el que las
inversiones en educación son más baratas.
Las intervenciones tardías en niños en edad escolar son medidas
terapéuticas útiles cuando el niño ha sufrido daños a una edad
temprana y continua sufriendo de desnutrición. Se debe hacer un gran
esfuerzo para prevenir la desnutrición antes del segundo año de vida,
como una inversión de alta prioridad en el potencial educativo y en el
crecimiento económico.